Y fue mucho más que para verme mejor. La ley de Murphy al ataque y surgen una avalancha de preocupaciones adicionales graves. Más que volver en forma, la actividad física se vuelve una forma de buscar cordura y tranquilidad en momentos bastante caóticos. La endomorfina es una sustancia potente y la produzco en grandes cantidades, revientandome en mis salidas. Cada vez voy un poco más rápido y alargando la duración de tal forma de terminar completamente exhausto.
Los efectos se hacen sentir rápidamente. En Agosto me subo de nuevo sobre un snowboard y logro seguir el ritmo de mi segundo hijo en pistas negras y zonas de resalto. Con el mismo hijo, hacemos una salida espectacular en el Nancagua bajo una lluvia intensa: este cerro normalmente seco, se transforma en una esponja repleta de agua con cascadas impresionantes donde nubes y viento complementan el cuadro. Deporte en naturaleza extrema, es lo mejor que conozco para recargarse de energía.
Lo malo es que empiezo finalmente a sentir los dolores en las rodillas que tanto temía, lo que me obliga empezar una dieta estricta en Septiembre. Además, para socializar el retorno al deporte e incentivarme a seguir adelante, me inscribo en una apuesta bastante difícil, equivalente a correr un maratón, con contrincantes más deportistas que yo. Pero, nada weón, la apuesta es para realizarse en Noviembre 2010.
A la fecha, Noviembre de 2009, estoy como al final de esta fase 2. Puedo hacer salidas regulares mientras mis rodillas no me molesten demasiado. Tengo que buscar otras actividades deportivas (ojala outdoor) que no sean tan violentas para ellas o una forma de dosificar las anteriores.
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